Lejos de la nostalgia
Claudia Shmidt recorre las cartas de Amancio Williams
Este texto es una transcripción de la entrevista realizada a Claudia Shmidt durante su residencia en el CCA para estudiar el archivo de Amancio Williams. Su lectura se presenta en forma de exposición en nuestra Sala octogonal del 12 de octubre de 2023 al 21 de enero de 2024.
El impacto al ver los materiales en vivo, en la mano, crea un cambio absoluto en la manera de entender la personalidad y la obra de Amancio Williams. Cuando comenzamos a pensar este proyecto, entendí intuitivamente que, en la distancia en la que yo miraba a Amancio, que algo podía haber en sus cartas diferente de lo que puede ser la correspondencia entre arquitectos más corriente. Y, efectivamente, encontré allí elementos muy notables, como por ejemplo los objetos que el producía para enviar por correo a las revistas internacionales para ser publicados. Componía una suerte de trabajo editorial previo, una especie de pre-edición, y, en las cartas, explica a los editores cómo editar el material: dice cómo tiene que ser el valor de línea, cuántas imágenes… En el caso especial de la Sala para Espectáculos Plásticos él pedía por ejemplo que se publicara todo el estudio acústico, que eran como diez páginas. Y la verdad es que, en las revistas de arquitectura, en todo caso lo ideal eran las imágenes.
Producía carpetas o sobres hechos a mano dentro de los cuales enviaba este tipo de elementos con explicaciones para su publicación, con instrucciones para la traducción… porque él preparaba estas carpetas en inglés, español y francés. Las traducciones, en términos generales, las hacía Delfina Gálvez, su mujer arquitecta y colaboradora en muchos proyectos.
También hemos encontrado un libro que él produce para presentar el proyecto del edificio suspendido de oficinas. Y es nuevamente un libro hecho a mano, encuadernado de manera manual, que es enviado a sus interlocutores. Y allí viene la otra parte notable de la correspondencia, que es a quién le envía estas cosas: por un lado, a las revistas de arquitectura más importantes del mundo (o al menos esa es su visión), básicamente norteamericanas y europeas, aunque también encontramos ejemplares de revistas en Japón; pero también le envía este tipo de publicaciones a figuras como Rockefeller, Hilla Rebay, o al Simon Guggenheim Museum, con la intención expresa de dar a conocer sus obras. Esa parte de la correspondencia de Williams es notable porque es un trabajo enorme que él pone en la producción de esas cartas.
Hay una secuencia de correspondencia muy interesante y muy temprana con la revista Architectural Forum donde Williams pide que le publiquen la mayor parte de sus obras. La editora, Chloethiel Woodard Smith, que había estado en Argentina, le dice “Muy bien, pero Forum redibuja los planos”. Y Amancio Williams no quería eso, no lo aceptaba, y hay una expresión muy interesante en una de esas cartas donde Williams le dice que se va a perder “la ingenuidad” del trazo, de la línea. Estaba sumamente atento en ese aspecto de la difusión. Por eso, tratar de componer la secuencia con las cartas, las carpetas que se enviaron y finalmente la publicación nos da la medida de uno de los ejes fundamentales de la construcción de sus ideas arquitectónicas.
Williams no sólo se ocupó de las revistas de arquitectura, sino también del mundo de posibles financistas: de políticos y sobre todo personalidades del mundo de la cultura y de fundaciones que pudieran poner dinero. Y también, muy tempranamente, se propone publicar en revistas de circulación masiva, por ejemplo en El Hogar, que es una revista que va dirigida a un público de clase media. Esto es en la década de 1950, al final del segundo gobierno de Perón, que fue un período muy potente de consolidación de sectores medios en el cual las revistas proponían una suerte de educación de cómo ser de clase media en cuanto al consumo, para activar el consumo y así activar la economía. Él tenía allí un foco importante donde dirigirse y entendía que había que expandir las ideas más allá de lo posible.
Todo este esfuerzo enorme de difusión de su persona, pero en el fondo, también de sus ideas sobre la ciudad, tenía como objetivo tratar de mostrar nuevos modos de vida y la imperiosa necesidad de vivienda, y por lo tanto de su organización en ciudades de alta densidad, que era el gran tema entre los arquitectos modernos y algo que va a estar siempre en el corazón de su pensamiento y de su obra. Y eso es muy notable en sus cartas. Hacia los finales de la década de 1950 se inicia su correspondencia con Reginald Malcolmson, una persona realmente extraordinaria en cuanto al feedback que va a ofrecer durante más de veinte años respecto a una idea que Williams comenzó llamando las Viviendas en el espacio, un prototipo bastante tradicional de viviendas concebidas para poderse hacer en cantidad, con criterios saludables y según todos los presupuestos del modernismo, pero que va a virar a un proyecto que le va a llamar La ciudad que necesita la humanidad. Esa grandilocuencia del nombre va a ser tema de conversación en la correspondencia con Malcolmson, quien en algún momento le dice “primero difundamos la idea, después vamos a ver si el nombre es el adecuado; necesitamos convencer a la gente para que los políticos se convenzan y así podamos construir esa ciudad”.
Lo que las cartas nos brindan en su conjunto es la elaboración de un pensamiento teórico de un arquitecto que no escribía en los medios tradicionales, no escribía artículos, no era un crítico… y sin embargo, elabora un corpus de ideas teóricas tan denso y tan interesante. En la correspondencia que guarda Amancio (con su impresionante autoconsciencia de que todo lo que produce tiene valor, y por lo tanto lo guarda), lo que queda, lo que tenemos en el archivo, son los borradores: a veces cartas escritas a mano que después Delfina, o su hija, o alguien en la oficina tipeaba, muchas veces con alguna anotación de corrección, con algún agregado, que contrastan con las cartas de respuesta. La densidad de esas permite reconstruir unos diálogos que, en muchísimos casos, dejan de ser un contacto profesional tradicional y adquieren un valor emotivo muy profundo en cuanto a las ideas.
Por un lado está esa gran idea de la ciudad, pero quizás la pieza que él más quería construir, por la que más trabajó, fue la Sala para el espectáculo plástico y el sonido en el espacio, que si bien él lo ofrecía a entidades privadas, entendía que tenía que ser una sala municipal o algo que construyera algún gobierno. Esta sala de espectáculos va a resumir en cierto modo su ilusión de que sus obras sean públicas, que estén disponibles para un uso público. Williams de hecho tenía encargos, construyó la obra de Le Corbusier en la ciudad de La Plata y la casa de sus padres, realizó algunas obras, objetos, muebles… pero evidentemente, tenía la ambición de una condición más pública y de mayor alcance de su arquitectura.
Hay un momento en la correspondencia con Malcolmson sobre cómo tendría que ser ese proyecto de largo alcance que va a ir en llamando La ciudad que necesita la humanidad en que le dice “Bueno, hay que seguir adelante, empecemos por tratar de construir pequeñas cosas”. Y, entre otras cosas, Malcolmson va a organizar al final de la década de 1970 un taller con sus estudiantes durante el cual finalmente va a construir un modelo de esta ciudad para el cual Amancio envía muchos croquis preliminares y para los cuales va a utilizar mecanismos de collage para componer y pensar su proyecto, y para mostrarlo. Hay un trabajo artístico que creo que está en la base de su pensamiento arquitectónico y que está ligado a algo que en las cartas repite una y otra vez, que es la idea de la pureza y la belleza de la forma. Esa es una frase que uno encuentra como si fuese uno de sus objetivos finales, que por supuesto uno lo puede ver desde muy temprano en la propia Casa sobre el arroyo, pero es un presupuesto de simpleza y belleza formal que él entiende es parte también del tipo de ambiente que necesita la humanidad.
Por supuesto que también uno puede encontrar en sus cartas algunas contradicciones, porque son lo que le permite, en algún momento, repensar algunas ideas. Muchas otras veces menciona la condición económica de su propio país, las dificultades por las crisis económicas en Argentina, los vaivenes de los gobiernos… y confiesa en algunos casos que le resulta difícil conseguir el dinero para promover sus ideas. Creo que nos falta mirar un poco más esas ideas teóricas que estaban detrás de una personalidad fuerte, avasallante, emprendedora y tenaz. Hasta el final de sus días, aun diciendo en algún momento que se sentía aislado, no baja los brazos con el intento de poner en la agenda la discusión de cómo tenemos que vivir.